INICIACIÓN AL MONTAÑISMO CON RAQUETAS

Durante las jornadas de otoño hemos ido un poco más allá del senderismo para adentrarnos en el campo del montañismo. Las opciones “más aguerridas” de cada excursión nos sumergían en un terreno diferente del sendero.

Los caminos resultaban menos evidentes, las cuestas más pronunciadas. En ocasiones ha sido necesario el apoyo de las manos para progresar. Nuestras primeras ascensiones. El valle visto desde arriba… Hemos cruzado la fina línea (imaginaria) que separa el senderismo del montañismo.

Pero no debemos descuidarnos. Sólo hemos comenzado nuestra iniciación en el montañismo, y en otoño. Si atendemos a la climatología, la primavera, el verano y el otoño son las estaciones ideales para la práctica del montañismo. Siempre que adoptemos las precauciones adecuadas; previsión meteorológica, equipo suficiente, itinerario adecuado… ¿Y qué pasa con el invierno? Nada, salvo que todo cambia.

La montaña se ha cubierto, casi siempre, de un manto de nieve que dificulta el caminar, nos hundimos y se nos mojan los pies. El sol refleja en la nieve cegándonos. Llevamos mucha más ropa, ropa que nos da calor si la llevamos puesta, o nos abulta en la mochila, o tenemos frío en cuanto nos la quitamos. ¿Merece la pena ir a la montaña en invierno? Han desaparecido las muchedumbres del verano. La nieve virgen nos da la sensación de ser los primeros que transitan por el paisaje. Quizá sí merezca la pena…

No es la intención de este cuadernillo servir como manual de consulta, para eso hay mucha bibliografía en el mercado. Se pretende apenas dar una pequeña idea de lo que nos podemos encontrar y lo que podemos necesitar. Por eso hay apartados que pueden parecer simplificados en exceso. Si han servido para interesar a alguien y que busque más información al respecto ya se ha conseguido un pequeño éxito. Si alguien quiere desarrollar con más amplitud alguno de los apartados se lo agradeceremos todos los que frecuentamos la montaña.

¿QUÉ NECESITAMOS?

Durante la iniciación al senderismo hemos podido comprobar la ropa que nos resultaba más adecuada, es el momento de plantearse qué nos vale para el montañismo y qué nos hace falta.

La proliferación de tiendas especializadas facilita el acceso a materiales que hace unos años sólo se veían en revistas o cuyos precios escapaban a nuestras posibilidades. Al final el exceso de información resulta confuso, y no siempre los dependientes ayudan a solucionar las dudas. Dudas que, además, los que salen al monte con nosotros no hacen sino aumentar.

La solución más adecuada sería la de probar por nosotros mismos las combinaciones posibles, pero esto no es viable, en primer lugar por el coste económico que conlleva. Vamos a intentar dar unas pautas generales, aunque debemos tener en cuenta nuestras necesidades reales.

Antes de comenzar con la descripción del vestuario un apunte. El cuerpo humano está más adaptado a las temperaturas cálidas que al frío. Por pocas nociones de biología que tengamos recordaremos que somos animales de sangre caliente y que todos los órganos vitales (pulmones, corazón…) están muy cercanos.

En caso de frío el cuerpo reduce el aporte sanguíneo a las extremidades prescindibles para mantener el máximo de calor en los órganos imprescindibles. Además si circula menos sangre por las extremidades frías la sangre pierde menos temperatura reduciendo el enfriamiento interno.

Otro concepto que debemos conocer es el de sensación térmica. El viento en invierno se convierte en nuestro mayor enemigo. Roba, por capilaridad gran parte del calor corporal. Pudiendo comprometer seriamente el resultado de la excursión.

El cuadro reproducido a continuación es orientativo, pero para hacernos a la idea de la necesidad real de abrigarnos bien resulta ilustrativo.


 

 

Km/h

Temperatura º C

Calma

5

0

-5

-7.5

-10

-15

-20

-25

-30

-35

-40

-45

8

2.5

-2.5

-7.5

-10

-12.5

-17.5

-22.5

-27.5

-32.5

-37.5

-45

-50

16

-2.5

-7.5

-12.5

-15

-17.5

-25

-32.5

-37.5

-45

-50

-57.5

62.5

24

-5

-10

-17.5

-20

-25

-32.5

-37.5

-45

-52.5

-57.5

-65

-72.5

32

-7.5

-12.5

-22.5

-22.5

-25

-35

-42.5

-50

-57.5

-65

-70

-77.5

40

-7.5

-15

-22.5

-25

-30

-37.5

-45

-52.5

-60

-67.5

-75

-82.5

48

-10

-17.5

-25

-27.5

-32.5

-40

-47.5

-55

-62.5

-72.5

-77.5

-85

56

-10

-17.5

-25

-30

-32.5

-42.5

-50

-57.5

-65

-72.5

-80

-87.5

64

-10

-20

-27.5

-30

-35

-42.5

-50

-60

-65

-75

-82.5

-90

PELIGRO GRAVE

PELIGRO EXTREMO

Congelación en

Congelación en

1 minuto

30 segundos

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

Veamos algunas posibilidades para protegernos del frío.

La primera es la más evidente, la ropa. La elección de las prendas más adecuadas nos ayudará a minimizar las consecuencias del frío.

Ya sabemos como funciona el sistema de capas, una capa cercana a la piel que aleje la humedad del cuerpo. Una capa intermedia que mantenga el calor corporal y una capa exterior que nos proteja de las inclemencias. Lo que debemos hacer es adaptarlo a las condiciones que encontraremos.

Evitaremos en lo posible el algodón como capa interior, es fácil de calentar y agradable al tacto, pero tarda mucho en secar. Los tejidos actuales secan rápido y nos mantienen calientes por evacuación del sudor. Hay varios grosores. Los ligeros son indicados cuando la temperatura no es extrema o el ejercicio es muy intenso.

Los más gruesos son aconsejables con frío extremo o actividades que generen poca sudoración.

Por el cuello perdemos, por efecto chimenea, la mayor parte del calor. Además de que aquí se encuentran una gran cantidad de sensores de temperatura. Un cuello alto con cremallera es una opción a tener en cuenta. Estas prendas tienden a ser ajustadas. Si las adquirimos muy holgadas no cumplirán con su función, crear una fina capa de aire que podemos calentar con facilidad.

Para la capa intermedia son aconsejables los forros polares. Las fibras sintéticas utilizadas en la fabricación de estos, combinadas con la ropa interior adecuada ayudan a la expulsión de la humedad y mantienen el calor.

Los forros también se fabrican en diversos grosores, siendo el grosor medio el más versátil. La cremallera completa facilita también la regulación de la temperatura.

No los buscaremos ni muy amplios ni demasiado ajustados. Para asegurarnos de la medida de las mangas levantamos los brazos. Si se bajan mucho deberíamos probar con otro modelo o con otra marca. Tampoco deben subirse mucho.

Aquí un inciso. Las prendas rellenas de pluma. Para los fabricantes forman parte de la segunda capa. Y aunque el tejido exterior resista una ligera lluvia, la pluma, si se moja pierde todas sus propiedades aislantes, convirtiéndose en una bola húmeda que tarda muchísimo en secar.

Son muy compresibles por lo que ocupan muy poco espacio en la mochila, y son muy calientes. Si tenemos una chaqueta o un chaleco de plumas podemos llevarlo en la mochila para abrigarnos en las paradas o descansos. No lo llevaremos puesto mientras caminamos. Mantienen el calor demasiado bien y terminaremos empapados de sudor.

Hay chaquetas de pluma en casi todas las tiendas. El relleno de las de los supermercados no tiene la calidad de las marcas reconocidas, ni el tejido es tan suave, ni se pueden comprimir tanto. Si embargo son más baratas y podemos llevarlas por la calle cuando el cierzo arrecie con menos precauciones, ya que son menos delicadas.

Para la capa exterior podemos utilizar la misma que para el senderismo. Si tenemos pensado adquirir una chaqueta de mejor calidad la recomendación son las prendas ligeras. En la actualidad se fabrican chaquetas con las mismas garantías de impermeabilidad y transpirabilidad que las de alpinismo pero con la mitad del peso, ya que tienen menos refuerzos y menos detalles técnicos. En lo referente a la talla lo mismo que con los forros. Muy amplio crea una cámara de aire demasiado grande y puede entorpecer los movimientos, muy ajustado también es molesto para moverse y crea una cámara tan ajustada que se enfriará con la misma velocidad que se calienta..

Es muy importante mantener el calor en las extremidades. Manos y pies son las zonas más propensas a perder temperatura. Ya se ha comentado antes que cuando la temperatura exterior desciende el cuerpo tiende a mantener los órganos vitales calientes, retirando el calor a las zonas periféricas.

Para los pies existen calcetines de tejidos sintéticos como el Thermax, o similares. El acolchado interior retiene el calor producido por el pie manteniéndolo caliente, en la medida de lo posible. El algodón se humedece y el contacto con la bota termina por enfriar el pie.

Las botas deben ser de buena calidad. Los pies están en contacto continuo con el suelo y la nieve, perdiendo calor por capilaridad. Cuanto más aislante sea el calzado menor será la sensación de frío.

Evitaremos las botas con poco grosor, cuanto más finas sean antes se humedecerán y más calor perderemos por los pies.

Las botas dobles de plástico suelen ser una buena opción. Son impermeables en su exterior y el botín interior es bastante aislante. Si nuestros pies tienen tendencia a sudar nos podemos encontrar un charco dentro de la bota ya que pueden llegar a ser excesivamente aislantes.

Las botas de piel actuales son un buen recurso, que nos permite la utilización con temperaturas menos severas. En contra de las botas de piel tenemos que si estas llegan a empapar son más difíciles de secar para utilizarlas al día siguiente. La elección dependerá, en parte de nuestras preferencias y de la experiencia que podamos aprender de los demás.

Las polainas impiden la entrada de nieve en el interior de la bota, lo que también evita el proceso de enfriamiento de los pies. Las hay de diversos tipos de tejido y forma de colocación. Las de cordura suelen ser las que mejor resultado dan por la dureza del tejido. Una cremallera lateral facilita la colocación sin quitarse las botas. Para que no se muevan por debajo pueden llevar cordones, correas o sirgas de acero. La sirga suele ser la más resistente.

Para las manos, si tenemos propensión a pasar frío, lo más indicado son las manoplas. Que nos permiten, además, llevar un par de guantes finos interiores que nos darán más movilidad si tenemos que sacar algo de la mochila o de los bolsillos. Las manoplas no permiten movimientos de precisión, ya que todos los dedos forman una pieza. No es problema mientras caminemos, ya que nuestro movimiento básico será sujetar el bastón o piolet cuando sea preciso.

Los guantes dan mayor movilidad a los dedos, pero son más fríos. También podemos utilizar unos guantes finos interiores, en este caso debemos asegurarnos de la talla de los exteriores, ya que si el conjunto nos comprime los dedos los hace más sensibles al frío.

Los guantes preformados se acoplan mejor a la mano y fuerzan menos los dedos, retrasando el enfriamiento de estos.

El puño del guante, o manopla, debe ser más largo que la muñeca, si lleva un cordón de cierre evitará que se introduzca nieve dentro. La palma del guante suele llevar algún tipo de material antideslizante, bien de piel sintética bien de caucho. Si el antideslizante consiste en trozos cosidos en la palma y el interior de los dedos el roce de las herramientas o de la roca terminará por desgastar las costuras y desprenderlos.

Cuando nos quitemos los guantes hay que evitar dejarlos en el suelo o sobre la mochila. Un repentino golpe de viento puede enviarlos ladera abajo antes de darnos cuenta. Lo ideal es colocarlos dentro de la chaqueta, con lo que los mantendremos calientes, o añadirles, si no la llevan, unas gomas, ojo, no demasiado ajustadas, que pasaremos alrededor de la muñeca. Las gomas de tirante de sujetador dan muy buen resultado, ya que no hacen rozaduras. Llevar un par de guantes de repuesto no incrementa demasiado el peso y nos puede solucionar “un marrón”.

Por la cabeza perdemos la mayor parte del calor, por lo que un gorro resulta imprescindible, si llega a tapar las orejas aún mejor. La superficie de irrigación sanguínea es muy amplia y el enfriamiento de la cabeza lleva al enfriamiento del resto del cuerpo. Si el día es soleado también debemos protegernos la cabeza, para evitar insolaciones en general y los calvos para evitar quemaduras solares, que, además, son muy dolorosas.

En cuanto a los ojos, la nieve refleja aproximadamente el 90% de las radiaciones solares, con lo que nos exponemos a daños oculares si no nos protegemos adecuadamente. Incluso si el día está nublado. La nieve está formada por cristales poliédricos, con lo que el reflejo es intenso y multidireccional. Evitaremos las gafas de supermercado. Los modelos con protecciones laterales o los que tienen forma curvada son más adecuadas para la montaña. Miraremos el grado de protección, los indicados para montaña son los grados 3 y 4, ojo el grado 4 de protección ultravioleta no está aconsejado para conducir, no se ven las luces de freno, entre otras cosas. En las gafas curvadas buscaremos los modelos cuyos cristales no hagan aberraciones.

Aquellos que utilizan (utilizamos) gafas habitualmente deberían valorar la posibilidad de comprar una montura de gafa de montaña y colocarle cristales oscuros graduados. Elegir con cuidado el factor de protección.

Podríamos incluir aquí las gafas de tipo máscara, utilizadas en el esquí y que en nuestra actividad podemos utilizar en medio de una ventisca para evitar que la nieve se nos introduzca en los ojos.

En este tipo de gafas hay pantallas para niebla y para sol, las de color rojizo suelen ser las más polivalentes. También hay modelos que nos permiten llevar debajo las gafas graduadas.

Tampoco descuidaremos la protección de la piel mediante cremas solares. Son preferibles los factores altos de protección, incluso la pantalla total. Es preferible volver de la montaña sin color que con quemaduras.

Prestaremos especial cuidado en extendernos la crema por debajo de la nariz, barbilla, nuca y orejas, el sol ataca por arriba y su reflejo por abajo. Repetiremos la aplicación con regularidad. Los labios son muy sensibles, por lo que aplicaremos productos protectores específicos con cierta frecuencia.

Es muy recomendable llevar también en la mochila una manta de supervivencia, de las aluminizadas. Pesan muy poco y suelen ser baratas.

Media colchoneta aislante, de las que usamos para dormir, sirve para sentarnos en el suelo sin tener contacto con la nieve o si necesitamos tumbar a alguien por cansancio o accidente. Podemos complementar la colchoneta con un saco ligero. Puede ser necesario con una colchoneta y un saco por grupo.

EL FRÍO Y LA ALIMENTACIÓN.

El frío es un problema de temperatura, si nos falta calor tendremos frío. Esto es una obviedad, pero lo podemos utilizar en nuestro favor. ¿Cómo mantenernos calientes? Generando calor.

Aunque en la percepción del frío influyen varios factores, el género, la corpulencia, la genética… si podemos simplificar en la manera de protegernos de la sensación de frío. Una vestimenta adecuada y una alimentación correcta, junto con la hidratación necesaria nos permitirán mantener nuestra temperatura.

La hidratación es imprescindible, aunque no apetezca beber.

La ingestión de líquidos previene la deshidratación nos evita en mayor o menor medida bajadas de azúcar, calambres musculares y facilita la circulación de la sangre.

Si somos adictos a las bebidas energéticas tipo isostar debemos tener cuidado de no exceder las dosis recomendadas, tan malo es el exceso como el defecto.

La cantimplora debería estar protegida con una funda térmica para evitar que el agua llegara a congelarse.

Un termo, los hay de acero irrompibles, con caldo caliente ayudará también a aumentar la temperatura. Otra opción es llevar un hornillo y un puchero ligeros para prepararnos alguna bebida caliente.

Un aviso, los siguientes párrafos pueden herir la sensibilidad de cualquier aficionado, o experto, a la dietética. Si alguien se siente ofendido se solicita su colaboración para ampliar y mejorar esta parte.

Los alimentos se pueden clasificar, en lo referente al aporte energético, en dos tipos, los que liberan energía inmediata y los de liberación lenta. En el primer grupo entran las semillas y frutos secos ( almendras, avellanas, cacahuetes, ciruelas y pasas, orejones…), los dulces (chocolate, turrón, guirlache) y las barritas energéticas (una combinación de lo anterior perfecta para los hámsteres).

Los de consumo lento, que suelen ser hidratos de carbono (pasta, patatas…) suelen tomarse el día anterior o por la noche, ya que las calorías que generan se liberan a lo largo del día.

Cuando nos sentimos cansados después de un rato caminando podemos estar a punto de sufrir una bajada de azúcar, una pieza de fruta puede recuperarnos tanto como una porción de chocolate con la ventaja de aportarnos algo de líquido, azúcar no refinado (fructosa) y fibra. Suele ser más apetecible una naranja jugosa que una barrita energética, incluso si eres un hámster.

Durante la actividad, sobre todo si nos movemos en altura, es posible que se nos produzca anorexia (no que nos veamos gordos, sino falta de apetito). Es imprescindible mantener un aporte calórico, así que intentaremos que la alimentación que llevemos a la montaña nos resulte agradable a la vista y al gusto. Así nos aseguraremos la alimentación, incluso si no nos apetece mucho comer.

ALUDES.

Los aludes son el principal peligro que podemos encontrar en invierno. Conocer como son y donde se producen puede ayudar a minimizar este riesgo.

La nieve comienza a transformarse, a modificar el tamaño de los granos que la forman, en el momento en que empieza a caer. No sólo por las altas temperaturas que derriten la nieve, sino también por el viento, las heladas… La estabilidad del manto nivoso varía porque este evoluciona.

Esto ocasiona que la nieve se deposite en forma de capas, teniendo cada capa una consistencia diferente a las anteriores y posteriores.

Cuanto más inestables resultan las capas de nieve más probable es que se desencadene un alud.

Un alud se produce por la ruptura de los anclajes de una masa de nieve que se desprende por una ladera. Las dimensiones y el recorrido son variables.

Podemos encontrar tres tipos básicos de alud.

Aludes de nieve polvo o reciente.

Se suelen producir después de nevadas intensas. Y se deben a la pérdida de cohesión de la capa superficial por sobrecarga.

Son muy rápidos y destructivos, ya que no sólo actúa la masa de nieve desplazada, sino que el aire atrapado entre los granos crea una onda expansiva que se desplaza por delante del alud.

Aludes de fusión.

Cuando la temperatura del aire es superior a los 0º o llueve la nieve se funde. Es lo que conocemos como nieve sopa o nieve primavera.

Son aludes de baja velocidad, pero pueden llegar a deslizar todo el manto hasta el suelo. Estos son los denominados aludes de fondo.

Aludes de placa.

El manto de nieve está formado por capas que no suelen tener la misma cohesión. Una capa superior con apariencia estable puede tener debajo una capa inestable.

Las placas de viento se producen por acumulación de nieve transportada por el viento y depositada a sotavento. Son de color blanco mate y chirrían al pisarlas.

La dureza de las placas aumenta su fragilidad. La desunión con las capas inferiores las convierte en trampas para los excursionistas ya que el sobrepeso que producen puede desencadenar un alud.

¿CÓMO PROTEGERNOS DE LOS ALUDES?

Antes de salir de casa debemos consultar los boletines meteorológicos y el peligro de aludes esto nos permitirá trazar un itinerario que evite los lugares peligrosos, adaptado al tamaño y nivel del grupo.

Una vez que estemos en el lugar escogido hay que valorar el estado de la nieve para decidir si es bastante estable, si la zona que transitamos es zona de aludes y cómo afecta la temperatura al manto nivoso.

Si ha nevado reciente tendremos en cuenta que hasta 40 cm el riesgo de aludes es localizado, a partir de ahí el peligro es generalizado y se recomienda no circular por alta montaña. El viento y la temperatura del aire son factores que también debemos tener en cuenta ya que disminuyen la cantidad de nieve necesaria para crear una situación crítica.

Las laderas comprendidas entre 25º y 45º de inclinación son las más propensas a los aludes. En las orientadas a sotavento puede haber placas de viento.

Las palas regulares y las zonas convexas son también zonas de riesgo. Buscaremos para circular, siempre que podamos, los cordales y lomas, es difícil que caiga un alud de más arriba. Las zonas venteadas, aunque haya menos nieve y las zonas de relieve ondulado son más seguras para caminar.

Si nos atrapa un alud.

Antes de atravesar una ladera sospechosa, si no hay alternativa, lo haremos por la zona más alta posible. De uno en uno mientras los demás esperan en lugar seguro. Para cruzar es aconsejable soltarse las correas de los bastones y dejar la mochila colgando sólo de un tirante. Nos abrigaremos ya que en caso de atrapamiento el contacto con la nieve reducirá nuestra temperatura. También debemos taparnos la boca y la nariz con un pañuelo, la nieve polvo se introduce por las vías respiratorias.

Si el alud se desencadena intentaremos mantener la calma y huir hacia el lateral más próximo.

Si nos alcanza nadaremos para quedarnos lo más cerca posible de la superficie.

Si nos entierra adoptaremos una postura de bola intentando crear una cámara de aire delante de la cara.

Los compañeros deberán buscar a la víctima lo antes posible, ya que las posibilidades de supervivencia disminuyen de forma drástica cuanto más tiempo transcurra.

PROGRESIÓN EN MONTAÑA.

En invierno la fisonomía de la montaña cambia. Un manto de nieve cubre el paisaje alisando los relieves. Los valles fangosos durante el verano son accesibles con nieve. Las pedreras que en verano resultan tan dificultosas de ascender, ya que parece que cada paso que avanzamos retrocedemos dos, se convierten en laderas de nieve que se ascienden de forma rápida.

Sin embargo, los terribles bloques grandes, que en verano pasamos saltando de unos a otros, y pensando en el salto siguiente antes de aterrizar, en invierno pueden esconder trampas, ya que los huecos entre piedras están cubiertos de nieve que no siempre rellena el agujero.

La nieve cambia continuamente, una pendiente dura al amanecer se puede convertir durante la mañana en una superficie pastosa en la que nos hundamos hasta las rodillas.

La única manera de caminar por la nieve sin hundirnos es aumentar la superficie en contacto con el suelo. Esto lo conseguimos con esquís o con raquetas.

El esquí de montaña o travesía facilita los ascensos y descensos en la nieve mediante unas fijaciones especiales que permiten el movimiento de caminar.

El problema del esquí es que necesitamos un aceptable nivel en pista para enfrentarnos a las pendientes de nieve no pisada. El tipo de nieve puede cambiar de polvo a costra en la misma ladera, obligándonos a utilizar todos nuestros recursos como esquiadores. Esto no se consigue en una temporada salvo excepciones.

Las raquetas son un sistema de progresión que no necesita un aprendizaje tan largo, ni una inversión tan costosa. Es cierto que los descensos no son tan vertiginosos como los de los esquiadores. Pero con un poco de práctica descubriremos muchas posibilidades.

Casi todas las raquetas tienen unos aspectos básicos. Su forma amplía sobremanera la superficie de pisada.

Suelen tener una pequeña espátula delantera, que igual que en los esquís facilita el avance.

Unas pequeñas puntas en la suela aumentan el agarre en nieves duras.

Las fijaciones pueden ser de correas, indicadas para todo tipo de calzado o automáticas, sólo aconsejables para botas con muesca cramponable.

En cuanto a la forma podemos distinguir dos tipos de raquetas;

Las ovaladas con forma de óvalo más o menos definida. Nos obligan a separar un poco más las piernas al caminar y son más incómodas caminando en media ladera. Su mayor superficie nos proporciona algo más de flotación.

Las de forma de ocho. Son más cómodas para caminar y a media ladera.

El tamaño también es importante, para una persona de pequeña estatura y poco peso unas raquetas grandes le exigirán mucho esfuerzo. Por el contrario un adulto corpulento se encontrará continuamente hundido en la nieve con unas raquetas pequeñas.

Los bastones suelen ser plegables, de dos o tres tramos. Con roseta ancha que se hunda menos en la nieve. También podemos utilizar los bastones de esquí, que son más baratos. Podemos colocar un poco de cinta a media altura para poder asir el bastón por debajo del puño. La cinta de empuñadura de raquetas de tenis por ejemplo.

Evitamos, de momento, referirnos a piolets y crampones, la intención es iniciarnos al mundo del excursionismo con raquetas. Ya tendremos tiempo de ir más allá en el mundo del montañismo.

PARA SABER MÁS.

· Excursionismo invernal con raquetas. 9 itinerarios prácticos. Gonzalo López y Alberto París Editorial Prames.

· Esquí de montaña. Teoría y práctica. Manuel López Sarrión. Editorial Desnivel.

· La nieve y los aludes. Agustín Tomico. Editorial Prames.

· Manual de escalada en hielo y nieve. Máximo Murcia. Editorial Desnivel.


 

2 respuestas to “INICIACIÓN AL MONTAÑISMO CON RAQUETAS”

  1. toni ferratas Says:

    Y yo aún sigo vivo …
    Virgencica que me quede como estoy.

  2. Iniciación al montañismo | Zaragózame! Says:

    […] Con raquetas. – Al senderismo. Notificar sobre contenido inadecuado (No votado)  Loading […]

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